Por: Joel Fariñez escritor y poeta venezolano
En la antigua Grecia se dice que la poesía se recitaba por los poetas acompañados de un instrumento musical llamado lira, de allí que ha dicho arte literario también se le caracteriza como lírico. Desde entonces siempre se ha vislumbrado, en mayor grado unas veces y en menor grado otras, esa relación íntima y persistente entre la música y la poesía.
Existen composiciones poéticas que incluso han logrado convertirse en cantos universalmente conocidos como lo es, por ejemplo, noche de paz, composición poética escrita por el sacerdote austriaco Mohr y convertido en canción por el también austriaco Franz Gruber, esto es tan solo una de tantas muestras de estrecha relación entre la poesía y la música. Inclusive en las composiciones en prosa o prosa poética existe esa cierta musicalidad palpitante en dichas composiciones.
Evidentemente hoy también existen muchas composiciones poéticas que manifiestan muy poca musicalidad o ninguna; y esto a veces conlleva a que dichas expresiones se acerquen más a una expresión ensayista que una expresión poética, si bien algunos de sus autores argumenten que sí son composiciones poéticas dichas expresiones prosistas.
La prosa poética bien planteada como tal siempre ha de contener en su estructura interna esa esencia de ritmo, de musicalidad que la hace diferenciarse de la prosa sencilla que tiende más bien a ser una expresión de ensayo reflexivo o subjetivo por parte de su autor. Pues bien, tanto la poesía en prosa como la poesía en verso tienen su sustancia musical contenidas en ellas mismas lo cual contribuye a afianzar esa marca distintiva que tanto las caracteriza.
La poesía y la música han de convivir y de entrelazarse en entre sí, a fin de fortalecer y ampliar la dimensión conceptual, vivencial y existencial del quehacer poético, todo lo cual contribuye a un enriquecimiento artístico, espiritual y comunicacional de la función expresiva del buen arte poético.
Autor: Joel Fariñez poeta y escritor venezolano
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